5 abr 2010

Doble afiliación o doble moral sindical

Libardo Botero C.

Blog Debate Nacional, Medellín

Abril 5 de 2010

Hace pocos días el presidente Uribe reveló que según las mismas centrales obreras la afiliación a los sindicatos casi se había duplicado en el país: pasó de 853.944 en 2002 a 1.503.629 en 2009.

Ojalá la información sea cierta, aunque tengo serias dudas. Las centrales -amparadas en una distorsionada versión de la libertad sindical- se han negado a revelar el número de afiliados y a establecer un registro público de los mismos. Avalan una paquidérmica entidad con jugosas ayudas extranjeras, que hace las veces de “Dane” para efectos de estadísticas laborales, la Escuela Nacional Sindical (ENS). Solo a ella le proporcionan información, y solo ella genera cifras sobre afiliación y actividad sindical.

Hay allí un círculo vicioso, diseñado para producir datos sesgados sobre esta área sensible de la vida colombiana. El caso de la afiliación es tragicómico. Según la ENS, con base en datos de las centrales, el número de sindicalistas venía cayendo desde hace décadas. En 2002 eran 853.944, poco menos del 5 por ciento de los trabajadores; y al terminar el 2008 cayeron a 821.957, menos del 4 por ciento de la fuerza de trabajo.

Aún si aceptamos esos guarismos como ciertos, hay una dualidad evidente de la cúpula sindical y la ENS. Mientras se lamentan ante el mundo por la debilidad del sindicalismo, reducido a un porcentaje ínfimo de la masa laboriosa, atribuyéndola a la maledicencia del gobierno y los empresarios, a la par con actitud prepotente se arrogan la representación de todos los trabajadores colombianos para rechazar la firma de tratados comerciales o cualquier otra iniciativa de beneficio para el país. Contraste patético.

¿Por qué se disparó la cifra de afiliados a sindicatos en 2009? Versiones que circulan en el mundillo sindical revelan otra faceta de cierta dirigencia gremial. El año pasado nació una nueva central, la CNT (adicional a la CUT, la CGT y la CTC), que solicitó ser parte de la delegación sindical a la Conferencia anual de la OIT, bien viaticada representación en Ginebra por cerca de un mes. Para poder escoger los delegados, reservados a las tres mayores confederaciones, el gobierno solicitó a cada central certificar sus afiliados. Al parecer allí brotaron las cifras abultadas que menciona el Presidente.

Para denigrar del país los números son bajos, pero para buscar beneficios personales son altos. Ahora tienen que explicarle al país y a la comunidad internacional, tanto las centrales sindicales como la ENS, cuál es la verdad. ¿Venían mintiendo por años, para sustentar una supuesta campaña de exterminio del sindicalismo? ¿A qué obedece el silencio sobre la cifra revelada por el Presidente? ¿No es hora ya de que el sindicalismo acepte un registro público de afiliación y actividades?

La ENS, órgano más político que técnico, anda dando tumbos en materias estadísticas. Las convenciones colectivas, según sus exóticos cálculos, estaban por extinguirse cubriendo apenas 57.630 trabajadores en 2008. Julio Roberto Gómez, secretario de la CGT, la desmintió y aseveró: Es un universo que pasa del medio millón de trabajadores” (El Colombiano, 20/07/2009). Una disparidad abrumadora.

En 2009 dos profesores de la U. de los Andes, Daniel Mejía y Maria José Uribe, con base en cifras de la ENS de homicidios de sindicalistas, demostraron que no hay una violencia específica y sistemática contra ellos, que la tasa de homicidios de sindicalistas es menor seis veces que la de los colombianos comunes, entre otras cosas. The Washington Post, por ejemplo, ha avalado la seriedad del estudio para pedir que se apruebe el TLC y cese la perorata sobre una supuesta violencia antisindical en nuestro medio. La ENS quiso demeritar la validez del trabajo de Mejía y Uribe con un documento sesgado, pero éstos le dieron contundente respuesta que desnuda las falencias técnicas y metodológicas de la ENS.

Estos episodios retratan el manejo tendencioso de las estadísticas sindicales, y ponen en tela de juicio su misma veracidad. Ha quedado por el suelo la confiabilidad de las aseveraciones efectuadas con base en tan dudosos datos. ¡Vaya uno a saber si el número de afilados a los sindicatos en Colombia es hoy el doble de hace ocho años! La que sí es doble, sin duda, es la moral de sus autores.