11 ago 2010

¡Bienvenidas las huelgas!

Beatriz de Majo C.

El Colombiano, Medellín

Agosto 11 de 2010

El fenómeno de las huelgas se ha vuelto tema de todos los días en la China del tercer milenio. Ya nadie en el mundo puede ignorar a la inmensa economía asiática en los escenarios globales y, dentro del país, la percepción popular de haberse convertido en un jugador de grandes ligas es cada vez mayor. Pero también es mayor la conciencia de la población de que gracias a la explotación de sus trabajadores con bajísimos salarios es que China se ha ganado el puesto, por encima de Alemania, de ser el primer exportador planetario. Y la hora les ha llegado a los trabajadores de comenzar a exigir su tajada del bienestar nacional como artífices de una producción manufacturera que penetra incisivamente los mercados mundiales. La masa trabajadora ha dejado de ser dócil para preocupación de sus gobernantes y para satisfacción de los Estados Unidos.


Y es que en China el salario medio de los trabajadores de las plantas industriales es apenas la vigésima parte de lo que es la paga mensual de un trabajador de nivel equivalente en los Estados Unidos. Sin mencionar el hecho de que las plantas industriales de las ciudades costeras chinas se alimentan de un flujo de 130 millones trabajadores migrantes del interior, descontentos todos por tener que renunciar a la cercanía de los suyos para ganarse el pobre sustento diario. Todo ello conforma una inmensa masa laboral itinerante, a la que se suman otros 70 millones de potenciales nuevos trabajadores, que cada día está más inquieta por sus condiciones de trabajo y sus salarios.


Es así como las huelgas han pasado a suplantar a los suicidios, la antigua y socorrida forma de protestar por los bajísimos niveles de vida que ofrecen los empleadores, particularmente las grandes transnacionales. Al gobierno le ha tocado hacerle frente a este malestar creciente con una mejor estrategia de manejo del descontento. Por increíble que parezca, la prensa oficial, hoy por hoy, reseña las manifestaciones y, al contrario que en el pasado, los líderes sindicales no son ni sometidos ni amenazados. No es tanto porque los gobernantes estén determinados a hacer concesiones sino porque asfixiar tales manifestaciones recibe gran atención de la prensa mundial y profundo rechazo a la administración pública local.


Pero bien sea que el gobierno está cediendo ante el empleo al promulgar reivindicaciones como las incluidas en recientes leyes laborales o que las transnacionales son forzadas a limitar sus beneficios para considerar sus legítimas peticiones salariales, lo que es claro es que el capitalismo "sui generis" adoptado por la nación asiática ha determinado un mayor poder de actuación de parte de este segmento social que es el principal responsable de la fortaleza económica del país: sus trabajadores.


Los gringos no pueden estar más felices con tales avances, pero, una vez más, no es por razones de justicia social sino por interés puramente económico. Dice The Economist en su última edición, que 20% de incremento del consumo en China como consecuencia de mejores pagas a los trabajadores puede conllevar a 25.000 millones de dólares adicionales de exportaciones americanas a China y a la creación de 200.000 puestos de trabajo en Estados Unidos.