18 may 2009

Sindicatos: ni tan pocos ni tantos

Por Juan Carlos Guataquí*

Portafolio, Bogotá

Mayo 18 de 2009


Los días posteriores a las actividades del Día del Trabajo fueron el escenario de otro acto de la ya sorprendente y recurrente discusión nacional que gira sobre las cifras y no sobre lo que ellas dicen.

Coloquialmente habría que preguntarse quién se beneficia tanto de trasladar la discusión, haciendo una analogía, hacia las características de la escala de grados centígrados y no al hecho de que un individuo que tiene más de 40 grados de temperatura está enfermo. En este caso la discusión en particular giró en torno a las cifras de desempleo y la posible relación entre la tasa de sindicalización y el número de personas que participaron en las marchas de protesta.

La incidencia efectiva de la sindicalización en Colombia ha sido uno de los aspectos más polémicos y metodológicamente rezagados de las estadísticas laborales en Colombia. El último censo sindical data de 1990.

Históricamente, los registros se actualizaban en función de los sindicatos creados pero sus ajustes a la baja eran muy deficientes: se suprimían de los registros muy pocos de los sindicatos que desaparecían. Adicionalmente las reformas laborales, al flexibilizar la relación laboral, tornaron más complejo el manejo conceptual de la relación de dependencia laboral, el cual es un factor clave para la sindicalización.

En un reciente estudio coautorado con Andrés García y Mauricio Rodríguez hemos tratado de ofrecer un análisis de los determinantes de la sindicalización en Colombia. Hemos encontrado que la tasa de sindicalización, de acuerdo con información de la Gran Encuesta Integrada de Hogares es de 3,05 por ciento, medida como porcentaje del total de ocupados en el país, y que se incrementa a un 5,38 por ciento si se mide como proporción de los trabajadores asalariados.

Más importantes quizás que estos índices son los resultados relacionados con los determinantes de la sindicalización. En términos generales, la probabilidad de que un trabajador asalariado se sindicalice es mayor si es hombre, creciente en su nivel de edad y función inversa de los niveles educativos.

La sindicalización es función positiva del tamaño de la firma, es mayor en el sector público y al interior de dicho sector la sindicalización femenina se incrementa notoriamente. Pasto exhibe la mayor densidad sindical y Barranquilla la menor, mientras que la mayor densidad sindical en el sector público se encuentra en Cali. Los operarios muestran mayor sindicalización que los empleados administrativos.

Según los resultados, a la luz de los factores analizados, los patrones característicos de la sindicalización son semejantes a los de otros países latinoamericanos, considerando las características de los individuos que manifiestan pertenecer a un sindicato.

No obstante, y de nuevo tratando de enfatizar lo que las cifras dicen y no las cifras mismas, la violencia ejercida contra los sindicalistas muy probablemente ha reducido la membresía sindical y conlleva el efecto de que las características estructurales de la sindicalización en Colombia no puedan ser comparadas directamente con las de otros países dado que existen factores nacionales específicos que es necesario tener en cuenta.


* Profesor U. del Rosario.

Pacto Social por el empleo


Libardo Botero

Blog Debate Nacional, Medellín

Mayo 18 de 2009


Según el Dane, el alza de la tasa de desempleo no se debe tanto a la pérdida de empleo –como en EEUU- sino a falta de nuevas plazas para la masa de trabajadores que ingresa al mercado. La informalidad campea, lo ratifica la última encuesta de Fedesarrollo, pero tampoco es un fenómeno nuevo. En todo caso, crear empleo e impedir su pérdida es una necesidad imperiosa de la situación.

Hay un cierto consenso en fórmulas keynesianas para estimular la producción a través del gasto público. Pero en cuanto al tipo de empleo a generar no lo hay. Múltiples propuestas se ventilan. Fedesarrollo reitera la de flexibilizar la normatividad laboral, en especial los costos que gravan la nómina, como los parafiscales, o eliminar la rigidez del salario mínimo (casi tres millones de personas devengan por debajo de éste). Algunos se lamentan de que no tengamos un buen seguro de desempleo. Otros recuerdan la necesidad de ajustar el sistema pensional. Pero las centrales sindicales se oponen con verticalidad a esas fórmulas, señalando, entre otras cosas, que no han sido los trabajadores los causantes de la recesión. Impulsan, junto con el Polo Democrático, una reforma laboral que vuelva a las rigideces del pasado.

Como se ve, el problema no es fácil. Hace poco el Presidente Uribe señaló que “no se puede crear empleo afectando la remuneración” y se declaró opuesto a modificar la parafiscalidad. Sin embargo, para prohijar empleo temporal, con una buena dosis de realismo ha propuesto ampliar un tiempo el contrato de aprendizaje, que carece de parafiscales; o flexibilizar su pago para los nuevos contratos. El momento no está para rigideces conceptuales o espejos retrovisores. Al momento de salvarse del naufragio poco cuenta la discusión de quién fue el responsable.

Los trabajadores de Coltejer dieron al país un ejemplo de sensatez el año pasado: aceptaron renunciar a una convención colectiva insostenible, para salvar la empresa, bajo el liderazgo de un nuevo sindicalismo. Hoy está en recuperación, los empleos se salvaron, con contratos a término indefinido y nueva convención colectiva. La minoría ultrarradical, que en actitud suicida prefería hundir la nave a sacrificar unos beneficios, negoció sus indemnizaciones por unos millones y allí concluyó su lucha “heróica”.

No siempre los asalariados son ajenos a la crisis. Para muestra, los casos de Chrysler y General Motors en EEUU. Su sindicato, UAW, se negó con obstinación en el pasado a reducir garantías en salud y otros aspectos, restándoles competitividad a los gigantes automotrices, que llegaron debilitados a la recesión actual. Si bien accionistas y dueños de bonos están pagando la factura por equivocaciones del pasado, los obreros también: de 200.000 sindicalizados de hace apenas 10 años cayeron hoy a 60.000 en la GM. Y en las dos empresas han tenido que aceptar recortes salariales y prestacionales impensados, de miles de millones de dólares, y aún con ello no se ha logrado salvarlas de la bancarrota. Para mantener a flote el Boston Globe, reconocido diario de esa ciudad, los sindicatos aceptaron reducciones equivalentes a 20 millones de dólares, cifra que de todos modos no asegura plenamente la supervivencia del rotativo.

Es necesario el concurso de empresarios, gobierno y trabajadores, para buscar salidas creativas y eficaces a las falencias actuales en empleo. Y darle cuerpo a la propuesta de un Pacto Social con ese fin que el 1 de mayo del año pasado elevaran en Medellín el Nuevo Sindicalismo y el Presidente Uribe. Con mente abierta de todas las partes. Los empresarios, evitando la precarización de las relaciones de trabajo. Y los sindicatos o centrales que estén dispuestos, aceptando discutir las regulaciones laborales.

Los países nórdicos de Europa, con un sistema de protección social envidiable, aplican el llamado “Sistema de Gante”. Sus sindicatos son fuertes, cubriendo el 80% de los asalariados, excepcional en el mundo. La razón: manejan un vigoroso seguro de desempleo, de hasta 4 años con mesadas significativas, que solo pueden disfrutar los afiliados. A cambio no hay normas que fijen salario mínimo, ni derecho de huelga, ni convenios colectivos obligatorios. ¿Cuánto se puede ceder acá de parte y parte para salir adelante? Ojalá empresarios, sindicatos y gobierno, aprendieran de la sensatez de los trabajadores de Coltejer y de los vientos innovadores que soplan del norte de Europa.

5 may 2009

Sindicalistas asesinados: una contabilidad retorcida

Por Libardo Botero*

Blog “Debate Nacional”

Mayo 5 de 2009

Para el gobierno van 10 sindicalistas asesinados este año. Las centrales obreras, siguiendo su fuente dilecta, la Escuela Nacional Sindical (ENS), apuestan por 9, un poco menos como cosa rara. Yo pienso que pueden ser más. Hace poco un líder sindical me informaba del asesinato por delincuentes comunes, de un miembro de su organización; pero se niega a reportarlo pues no comparte el criterio de darle una connotación política que no tiene. Nos duele y repudiamos el asesinato de cualquier compatriota, ¿pero qué sentido tiene esta cruel contabilidad?

Somos el único país en el mundo que tiene una entidad dedicada a registrar esa cuenta fatídica -la ENS- y a edificar sobre ella un mito: que somos el país más peligroso del mundo para el sindicalismo. Hay una especie de morbo en rebuscar muertos a tutiplén para elevar la suma lo más alto posible y enrostrarla al gobierno, pese al evidente descenso de los casos. La Confederación Sindical Internacional reprodujo hace unas semanas la información de sus pares colombianos sobre 4 sindicalistas muertos, cuando ya se había aclarado que dos no eran sindicalistas y un tercero murió de infarto y no asesinado. A la CSI solo le interesa difundir la versión que le llega y parece regodearse con ello.

Para la lista cualquier tipo de muerto vale, con tal de presentar un “genocidio” contra el sindicalismo por obra y gracia del gobierno y los empresarios. Pero la realidad es que la inmensa mayoría de los muertos no lo son por su calidad de sindicalistas, y los autores principales son guerrilleros, paramilitares o delincuentes comunes. Acaba de declarar el Fiscal Mario Iguarán: “En los dos últimos años se ha proferido más del 73 por ciento del total de las sentencias condenatorias que por asesinato de sindicalistas se han dictado en la historia judicial de este país. Y los culpables son las Auc, la guerrilla y la delincuencia común. Si bien se han asesinado sindicalistas en razón de su actividad, debe anotarse que en un buen número de casos son ultimados por causas ajenas a su calidad de sindicalistas. En otros casos, hemos concluido que la responsabilidad es atribuible a miembros de la Fuerza Pública, pero no hay un solo caso donde se evidencie que ello es una política del Estado o del empresariado colombiano”. Nada de eso se reconoce pues se quiere mostrar lo contrario a toda costa.

Tengo la sospecha de que nuestra situación no es diferente a la de otros países, o inclusive de menor cuantía, pero en ninguna otra parte tienen una entidad especializada en llevar esa estadística, ni grupos interesados en magnificarla y deformar el fenómeno. EEUU, por ejemplo, tiene un total de homicidios similar al de Colombia, entre 16 y 17 mil por año; y una tasa de afiliación sindical 3 veces superior a la nuestra, con unos 16 millones de miembros. Solo en los lugares de trabajo son asesinadas alrededor de 1.000 personas al año. La probabilidad de que un sindicalista sea asesinado –por diversas causas, ajenas a su afiliación- es significativa; es presumible que algunos centenares de sindicalistas mueran asesinados cada año. Y así puede ocurrir en México o Brasil, entre otros, con mayor sindicalización que nosotros, población más elevada y grados importantes de violencia. Pero no llevan esa contabilidad retorcida ni sufren la saña enfermiza que Colombia.

Según datos de la Fiscalía, en 2005 en Colombia fueron asesinados 1.294 comerciantes, 1.050 desempleados, 949 agricultores, 800 personas de oficios varios, 545 albañiles, 446 estudiantes, 428 guerrilleros, 381 vendedores ambulantes, 375 conductores, 236 soldados profesionales, entre otros grupos sociales. El mismo año la ENS reportó 72 sindicalistas asesinados y el gobierno 40. La tasa de homicidios del país es de 33 por cien mil habitantes, de 86 para policías y para los sindicalistas de apenas 5. Ser sindicalista es menos peligroso que ser comerciante, agricultor, albañil, estudiante o soldado. Pero para el mundo solo cuentan los asesinatos de sindicalistas. El resto de colombianos no tiene dolientes. Si aquella cifra baja a cero, así la degollina siga para el resto, bienvenidos serán el TLC con EEUU y el Plan Colombia o el Acuerdo con la Unión Europea. ¿Podemos seguir permitiendo esa lógica perversa?

* Economista. Analista e investigador del Centro de Pensamiento Primero Colombia (CPPC).